Buscador

domingo, 11 de agosto de 2013

Eduardo Ibáñez Acevedo un orureño en Noruega

"El pintor es dueño de todas las cosas que el hombre pueda pensar… Lo que en el universo existe por esencia, presencia o imaginación, él lo tiene antes en su mente y en sus manos luego" (Leonardo da Vinci).

Eduardo Ibáñez Acevedo, nació en Oruro el 12 de mayo de 1934, sus padres fueron don Ricardo Ibáñez y la señora Elvira Acevedo Montalvo.

Eduardo estudió en la escuela Ignacio León culminando el bachillerato en el Colegio Juan Misael Saracho. A lo largo de la juventud despertó su talento y se inclinó por el arte, la gama de colores como el amarillo cadmio, verde esmeralda, escarlata, magenta, palo de rosa, naranja o el bermellón, motivó a proseguir estudios superiores en la Academia de Bellas Artes.

Como estudiante, Eduardo Ibáñez Acevedo estaba obsesionado con el oficio de pintar, dentro de la lámpara de cultura, y de compartir con otros artistas las tertulias, actividad que reunía otras habilidades y los bohemios leían poemas resaltando el inolvidable vate Luis Mendizábal Santa Cruz que conoció y admiró.

Oruro iluminada y marcaba historia, en esos trances Eduardo grababa todo en su memoria, con fervor y amor. La percepción que algún día partiría a otras tierras, lo motivaba a no dejar de pintar. Participó en exposiciones individuales y colectivas en Bolivia, su disciplina despertó crear y participar en concursos nacionales, una de ellas fue la convocatoria de la Universidad Técnica de Oruro en la gestión del Dr. Julio Garret Ayllón, la noticia fue difundida en la portada y el Nº 33 registró como mejor trabajo presentado por artistas locales: "Botellas" de la Revista Cultura Boliviana, publicación iniciada por el director de la Casa de Cultura de la UTO, Néstor Taboada Terán, difusión que se dio hasta el Nº 49 cuando dirigía el Prof. Alberto Guerra Gutiérrez.

Logró obtener premios desde 1962 en la Alianza Francesa, en la técnica de grabado: 1964 Salón Municipal de Oruro, 1er. Premio 1965 y 1969 Universidad Técnica de Oruro. Medalla de oro, "Salón Pedro Domingo Murillo" en la ciudad de La Paz 1971.

Bordeando los años 70, Eduardo Ibáñez Acevedo, salió desterrado, acusado de conspirar contra el gobierno, no había planificado salir del país con prisa y temor. En ese instante violento, la obra y el talento se reducían a pensar en su integridad, quedarse, habría sido consumirse en la línea de los desafíos, sin libertad y sin defensa.

Un profundo sentimiento lo delataba, se marchaba abruptamente, sin ser infractor. Había perdido sus derechos estaba identificado como subversivo. ¿Subversivo por ser surrealista?, ¿por recoger en ese instante la inquietud de los habitantes y plasmar en sus lienzos la diferencia de los rostros y las manos? Se marchó de Oruro con tristeza, confundido y melancólico, debía elegir el camino y buscar refugio, lejos de su ciudad natal.

Su primera escala fue la capital de los virreyes Lima-Perú, allí conoció a Marthe Kvarteig de origen noruego. Coincidían en los autorretratos, tenían la complementariedad de óleos y acuarelas. Esa profundidad en la elección por el arte, los lienzos pasión de ambos, sentimiento y discurso terminó en boda. Eduardo trabajó en Art Center en Miraflores, Lima, desde abril de 1972 hasta diciembre de 1976.

Durante cuatro años habían permanecido compartiendo actividades relacionadas a la vocación de servir y ayudar al prójimo. La técnica y la constancia de la obra de Eduardo, fue muy bien recibida por los artistas plásticos del Perú.

Después de todos sus aciertos Marthe y Eduardo dejaron Lima y se ausentaron definitivamente a Bergen-Noruega donde nacieron sus dos hijos.

Estaba trazado que comenzaría otro periplo en la vida del pintor orureño, tenía que enfrentarse desde el paisaje, idioma, comida y lectura. Sus lienzos debían pasar por la crítica de otra cultura. Poco a poco fue abriendo las ventanas de sus ojos, se concentró en los colores cálidos que cautivaron al mundo nórdico. Está incluido en la Enciclopedia de Artistas Noruegos y en Artistas Plásticos en el Perú, siglos XVI-XVII-XVIII-XIX-XX de Gabriela Lavarello de Velaochaqa, pintura línea indígena.

Eduardo plasmó su mirada en la energía del hombre, la soledad y abandono perenne. En ocasiones justificaciones de muerte sacudieron sus pensamientos y expresó con soltura su mundo de alegría y gris melancolía. Su corazón y dedicación completa por las artes, lo lleva a ser miembro de la Federación Nacional de Pintores Noruegos, del Sindicato de Artistas Plásticos de Noruega.

Su obra ha sido difundida en muestras colectivas desde 1957, en Argentina, México, Lima, Ica, Arequipa, Tacna en el Perú, Oslo-Eidsvall y una exposición otoño de Kiwani, municipalidad de Fjell Radhus, Sutra en Noruega. Desde la década del 75 aun expone en galerías de Bergen, Sotra, Askay, Haugesund y Rorrs de la ciudad donde vive en Noruega.

Los viajes de estudio de Eduardo Ibáñez Acevedo, se extendieron desde Bolivia por centros mineros como San José, la Colorada, Pulacayo, Catavi, Siglo XX, Colquiri, Huanuni y las minas del Sur. Nueva York-Estados Unidos, Oxford y Londres en Inglaterra, Francia, España, República Checa, Holanda, Italia, Turquía.

De vacaciones junto a Marthe se trasladan por Francia, Alemania, Italia y frecuentemente a Granada, España donde ambos gozan del hogar convertido en museo del juglar Federico García Lorca, donde se puede adquirir sus primeros libros de poemas y teatro. Aprovechan para visitar algunas tumbas de Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828) genio de la pintura, Pablo Ruíz Picasso (1881-1973), ambos españoles. Otros países también han sido motivo para visitar a otros creadores del mundo como Vincent van Gogh de Ámsterdam-Holanda.

Últimamente estuvieron en el Musée Marmottan Monet para admirar la colección completa de este pintor francés.

Eduardo Ibáñez Acevedo, rememora a Alberto Medina Mendieta, orureño habilidoso en el manejo de la paleta con excelentes resultados, la Honorable Alcaldía de la ciudad de La Paz, le entregó el premio "Obra de una Vida", del LIX concurso Salón Municipal de Artes Plásticas Pedro Domingo Murillo, igualmente los hermanos Gustavo y Raúl (†) Lara reconocidos en Bolivia por su constante trabajo pictórico. Bullen en su mente pasajes anecdóticos de la ex Escuela hoy Instituto de Bellas Artes. Cuando existe posibilidad de llegar hasta la Patria, Oruro, su familia y el espacio de estudios donde aprendió arte, entrega alguna donación que beneficia a los alumnos de ese establecimiento cultural.

Su obra ha sido dividida por temas, son óleos en tela y otros de técnica mixta. Sociales: menciono un par de obras, es trabajo de toda una vida; Dos Mujeres, Oración a los Apus. Figuras: Apátridas, Meditación II. Tradición Área Andes: Apu, El Excelso, Inti Sol. Mineros: Campamento Minero, Wayra I-II, Bocamina y Campamento, Socavón, Mi amigo del carburo y el metal. Composición y Color: Madre Tierra, Dónde estás y Paisajes Noruegos: Otoño, Ulriken en Verano. Los colores cálidos resplandecen, el autor muestra un sólido conocimiento de todo lo que retrata afuera, es Bolivia desde siempre.

Los grabados también tienen pedestal: Mujer, Palliri, Yaraví, Caminando tristemente, La Fogata de San Juan. Gran parte de sus obras se encuentran en colecciones privadas.

Trabajos recientes, después de viajes de estudio han motivado a ser denominado Artista Luz del Altiplano y sus obras otra vez han sido elogiadas: Grito de la Pachamama, Camino. Toda la armonía de su composición es influencia de la distancia recupera la luz y la sombra de estos paisajes y su gente.

El año 2011 Eduardo y Marthe se trasladaron desde Bergen hasta Oruro, él para sentirse orgulloso de su estirpe, la visita coincidía con el fastuoso carnaval, y sus lienzos habían sido pintados con anticipación. Llegó invitado por la Universidad Técnica de Oruro.

Eduardo Ibáñez Acevedo, artista plástico trascendió las fronteras, y su estancia perenne en Bergen lo ha convertido en un ciudadano notable, parafraseando que "nadie es profeta en su tierra", Eduardo orgulloso de su identidad, no deja de mostrar su creatividad, considerada ante instituciones nórdicas como talento boliviano. Oruro no ha olvidado al pintor ausente, su carisma y humor siempre están presentes, porque este suelo no olvida a sus hijos, con frecuencia los hijos se olvidan de esta bendita tierra. Eduardo que nos siga representando con la misma humildad y virtud que Dios le ha otorgado.

domingo, 4 de agosto de 2013

José Mújica Mier un orureño que se inmortalizó en Tarija a través de sus obras

"Nadie es profeta en su tierra", es una frase muy cierta y que inexplicablemente se cumple pues mucha gente que se ausenta por cualquier situación de su tierra natal, resulta que brilla en el lugar donde lo acogen.

Se conoce que muchos orureños ocupan cargos de importancia en otras ciudades e incluso fuera del país, quienes aportan mucho con sus conocimientos y capacidades intelectuales, además de su producción artística, cultural, entre otros.

Y es importante que el pueblo conozca a estos hombres que tienen el orgullo de decir que son orureños donde quiera que vayan, demostrando que esta tierra es cuna de los mejores artistas, deportistas, etc.

Es así que diversas son las circunstancias que obligan a algunas personas a alejarse de la ciudad en la que nacieron, renunciando a la familia, amigos y costumbres, que dejan profunda huella en el corazón de quienes tuvieron que partir para buscar mejores días en lugares en los que, a través de esfuerzo y voluntad de trabajo, se forjan derroteros de reconocimiento y agradecimiento por la labor desplegada a favor de la sociedad que los alberga.

Ese es el caso del profesor José Santos Mújica Mier, que desde su amada Machacamarca, se trasladó muy joven a Tarija, ciudad en la que desplegó una intensa actividad artística desarrollando sus singulares habilidades en el campo de la escultura y la pintura, que le hicieron merecedor de distinciones de parte de autoridades e instituciones del medio, que de esa manera reconocieron su fecunda labor en el campo del arte en el que son pocos los dotados para convencer y llenar los ojos de los críticos.

Para conocer a este destacado orureño, José Santos Mujica, el periodista también orureño, pero radicado en Tarija, Roberto Rodríguez Aguirre brindó vasta información de su coterráneo, a quien conocía y estimaba bastante.

Rodríguez cuenta que José Mújica nació en Machacamarca de Oruro el 1 de noviembre de 1937, desarrollando desde niño habilidades en el dibujo y la escultura, que más tarde lo decidieron a estudiar en las escuelas de artes plásticas de Oruro y Santa Cruz; su vocación pronto lo llevó a inclinarse por la docencia, habiendo impartido sus conocimientos en escuelas de varios centros mineros y en el prestigioso y centenario Colegio Nacional Simón Bolívar de la ciudad del Pagador.

Su llegada a la ciudad de Tarija se produjo el año 1967, respondiendo a una invitación formulada por el entonces alcalde municipal Lisímaco López, quien mediante ordenanza municipal, le dio el cargo de docente en el Instituto Superior de Educación Rural, situación que lo llevó más tarde a formar parte de los planteles de profesores de prestigiosos colegios secundarios, entre ellos el Liceo de Señoritas Tarija "Avelina Raña", "Eustaquio Méndez" y otros.

La necesidad de contar en Tarija con una institución destinada a impartir arte y cultura, hizo que Santos Mújica impulsara la creación de un instituto de artes plásticas, objetivo que se ejecutó gracias a las gestiones que realizó la alcaldía municipal, logrando que el 15 de abril de 1968, mediante decreto supremo emitido por el Ministerio de Educción, se autorice el funcionamiento de la Escuela de Bellas Artes, que en la actualidad lleva el nombre de este notable artista, como un justo homenaje a este orureño que triunfó lejos de la tierra que lo vio nacer.



SU OBRA

Hablar de José Santos Mújica y su obra resulta difícil, señala Rodríguez, pues a lo largo de su vida, una vez que se inclinó por la escultura, su producción alcanzó niveles extraordinarios, encontrándose sus trabajos en monumentos destinados a enaltecer y recordar a personajes notables de nuestra historia y de países vecinos; en efecto, sus trabajos se encuentran en ciudades como Cochabamba, especialmente en Tarija, donde casi la totalidad de sus trabajos adornan plazas y paseos, de la capital y sus provincias, habiendo también alcanzado su producción a varias ciudades del norte argentino.

Entre sus obras más importantes se menciona a las esculturas de los 12 apóstoles, al ingreso del cementerio de la ciudad de Cochabamba, en Tarija se encuentran los monumentos de Simón Bolívar, Antonio José de Sucre, Luis de Fuentes y la notable escultura dedicada a recordar a los Héroes de la Guerra del Chaco, en San Lorenzo está la colosal escultura de Cristo y la dedicada al prócer Eustaquio Méndez; en Villamontes destaca el monumento dedicado a los héroes que participaron en la contienda bélica con el Paraguay.

"Resulta importante destacar, que el legado de este gran artista orureño, se encuentra no solamente en su vasta como extraordinaria producción, sino en uno de sus hijos, el arquitecto José Mujica Balderrama, que utilizando el mismo estudio que utilizó su padre, se encuentra empeñado en seguir los pasos, quien partió para encontrase con el Señor el 19 de mayo de 2001, dejando un vacío imposible de llenar, sin embargo, dejó plasmada en cada una de sus obras, el temple y la personalidad de quienes nacen en la alta tierra de los urus", expresa el periodista orureño.